martes, 24 de noviembre de 2009

La Castañeda- Del barrio


Leo el texto que un joven de nombre Claudio Omar Rodríguez ha escrito sobre el Barrio Antiguo, la zona en Monterrey donde se concentra la diversión nocturna principalmente para jóvenes, y no puedo dejar de estar de acuerdo en su punto principal: el barrio tiene mucho de desagradable.

Su opinión viene a partir de un incidente, afortunadamente no tan grave: un robo a una chica: le robaron su pizza recién adquirida. Suena como un detalle pequeño, casi irrelevante para comentarlo, pero no lo es. Me parece muy bien que Claudio Omar exprese su indignación ante esto.


Es muy cierto: el Barrio Antiguo de Monterrey no es lo que era hace 8 años, ni hace 18. Refiero los años 2001 y 1991 porque en ellos visité con frecuencia sus calles empedradas, con compañía y motivos muy diferentes. En resumen, como dice la canción de La Castañeda, muchísimas veces estuve sumergido en el barrio, entre sueños y rocanrol. Cierto cariño le tengo al barrio, pero también, hoy lo evito y prefiero otras opciones antes de acercarme a él.


Comento primero sobre el cariño, y aquí no puedo ser objetivo. Comencé a visitar los bares de la ciudad a mis dieciséis años, cuando las leyes no eran tan estrictas en esa materia y no existía la credencial del IFE que comprobara que uno era mayor de edad. Una cartilla militar falsificada bastaba, aunque no recuerdo haber utilizado la mía. Mi truco (que curiosamente casi siempre dio resultado), era mostrar mi credencial de estudiante de una preparatoria privada, que no mencionaba fecha de nacimiento ni edad, pero que podría hacerme pasar como “jovencito de familia”, con dinero para gastar. Después de algunas iniciales visitas al Kokoloco, mis amigos y yo fuimos por primera vez al Barrio Antiguo movidos por el rumor que inauguraban ahí un nuevo bar “de onda”. Nos habíamos adelantado: El Café Iguana apenas abriría la semana siguiente. Pero una vez que lo pisamos, nos adueñamos de él. Había otros lugares, como la Fonda San Miguel y El Mesón del Gallo, pero evidentemente, El Café era más lo nuestro. Con meseros de smoking y ambiente más parecido a un restaurante italiano, tenía algo arty, algo de misterio y era a lo que teníamos acceso para sentirnos parte de la noche regiomontana. Lágrimas, vómito, besos: esa Iguana nos conoció muy bien. Luego abriría el Skizzo en la calle Matamoros y también era común pasar ahí temprano, cuando no era totalmente electrónico y al principio de la noche era posible escuchar a Dead Can Dance y más tarde, música más movida que nos empujaba hacia la minúscula pista. El Rumbos de Luna también fue un lugar especial que recuerdo con agrado, donde igual que en los otros dos, confluían amistades o conocidos a quienes ahora no sabría dónde buscar. En estos espacios, que empezamos a llamar “antros”, era donde uno se topaba a la gente a la que supuestamente había que conocer, así como en el A-0, ubicado en Revolución, en El Club, en la misma avenida, o bien, en el mismo Kokoloco.


El Barrio Antiguo fue ganando popularidad y lo que para nosotros era como un secreto y un atrevimiento ante los ojos de jóvenes bien portados de nuestras prepas (que si iban al centro de noche era para ir a la disco del Casino Monterrey) terminó siendo algo rutinario, casi obligatorio, con más opciones para todo tipo de mercado. En algún momento y no tengo el dato preciso pero debió haber sido en 1993 ó 1994, se decide cerrar algunas de sus calles los fines de semana y facilitar el paseo.


Claudio Omar hace referencia a drogadictos, cerveza barata y géneros musicales poco adecuados para una clientela “selecta”, como los causantes de la decadencia del Barrio Antiguo.Se equivoca. Me parece que los mexicanos vivimos en continuo conflicto con quienes (aparentemente) no son de nuestra misma clase social. El chico en su texto señala que habría que depurar de “nacos” el lugar (la palabrita la utilizan personas que Claudio Omar cita, no él mismo). Se da el caso contrario también: hay quienes quisieran que el Barrio no tuviera su cara “fresa”. Trataré de especificar cuáles considero las razones por las cuales pienso que el Barrio Antiguo no es el sitio que quisiéramos.


Se ha abusado en permitir tantos establecimientos, sin una oferta diferenciada. Difícilmente se puede distinguir el concepto de tantos lugares, lo que huele a negocios con prisa y no a entretenimiento real (mucho menos a algo cultural, como sería ideal para la zona). Esto, además de afectar a los vecinos con más ruido, más autos y más razones para quejarse, hace que haya una gran cantidad de gente que asiste al Barrio Antiguo en busca de una experiencia de noche que podría tener en cualquier otro bar ubicado en cualquier otro lugar. Para tan pocas calles, sería mejor que existieran sólo sitios que aporten de alguna manera a una diversidad interesante: ya sea por el tipo de comida, de música o por los eventos ahí presentados. Para bares cualquiera, hay mucho lugar fuera del Barrio.


No tiene nada que ver con clases sociales: gente maleducada hay en todos lados, rica y pobre. La culpa no la tienen el alcohol ni las drogas: sus efectos no nos llevan a robar o a pelear. Al albergar demasiados establecimientos y muchos sin una verdadera ventaja diferencial (algo que justifique su ubicación en el Barrio), se ha tenido una gran cantidad de visitantes cada semana, y una multitud siempre será atractiva para gente indeseable. ¿A quién me refiero? Al que le robó la pizza a la chica. Al tipo que alguna vez caminó sobre mi auto (a juzgar por sus huellas, el gracioso fue caminando sobre los autos estacionados en Diego de Montemayor y no por la banqueta o por la calle). Al subnormal que una vez vi ya dentro de una granadera, intentando bailar a pesar de estar esposado, después de haber dejado en el suelo a una señora que no respondía, con un familiar tratando de reanimarla (supongo que la golpeó, no quise saber más). Me refiero también a quienes se han impuesto a vender droga en el baño de los antros, amenazando a los dueños. A las autoridades que lo han permitido. A los “cuida-coches” que te obligan a darles dinero o a arriesgarte a sufrir las consecuencias. A los policías que exigen cuota a estos “cuida-coches” y los defienden cuando ponchan las llantas de quienes no quieren pagar por estacionar su auto en la vía pública. Y a todas esas personas que no van a disfrutar, sino que de alguna manera intervienen negativamente en el ocio de otros.

Vamos, que hay mucha diferencia de dignidad entre un vago y un vándalo.

No creo que la solución esté en una mayor vigilancia, pero al mismo tiempo, si me asaltaran en el barrio, no sabría dónde encontrar un policía a proximidad. Por el contrario, sé exactamente dónde encontrar alguien que me venda cocaína en el Barrio. Todos lo sabemos. ¿Excepto las autoridades?


Estoy de acuerdo: mientras más grande una ciudad, generará más basura, habrá más crimen, habrá más giros negros, y a todos en algún momento nos gusta la idea de asomarnos a lo sombrío; lo sórdido tiene su encanto. No es que deseé una ciudad limpia de estos detalles inevitables, sino que cada cosa tiene su lugar y lo que podría ser una excelente opción de entretenimiento (cualquier día, a cualquier hora) dentro de una zona céntrica y cultural, se ha convertido en abuso, en aglomeración sin sentido; lamentablemente, en una oportunidad de extraer dinero y no una de hacer ciudad.


Claudio Omar habla de “selectividad” en cuanto a la gente, que los visitantes al Barrio pertenezcan a un grupo selecto o algo así. Yo opino que si se ha permitido abrir ahí todo tipo de establecimientos, ahora nos toca ser selectivos y decir nosotros qué tomar del Barrio. No es la gente que va, sino saber a qué vamos. Y tal como el chico sugiere, andar con cautela, no vaya a ser que nos roben la pizza (o la cartera o el auto, por no hablar de cosas peores).

El Barrio Antiguo cuenta con muchos elementos de valor, pero nos ha faltado cuidado (al gobierno, a los empresarios y a nosotros los visitantes) para lograr que sea más que un montón de antros. Da para mucho: más vida de día y no sólo actividad nocturna, más turistas, más diversidad, más eventos, más arte, sin que esto signifique necesariamente más visitantes o más establecimientos. O más negocio. O más corrupción.


El texto de Claudio Omar puede leerse aquí.



2 comentarios:

Karla Martínez dijo...

me gusta mucho este post, por la nostalgia con la que narras cómo solía ser el barrio antiguo en la primera parte del escrito, pero aún así tu crítica en la otra parte es bastante objetiva.

saludos paulino.

Claudio Omar Rodríguez dijo...

La selectividad no sería necesaria si la diversidad se diera por sí sola dentro de un equilibrio armónico en el que ni nacos ni fresas sean invasivos, y la coexistencia (no digo "convivencia", porque las mezclas ya serían mucho pedir) fuera más o menos como en la sabana de Tanzania: leones por aquí, cebras por allá, búfalos por el otro lado, antílopes por otro sector, alguna que otra escaramuza de tanto en tanto, pero la planicie está llena de todas las especies juntas. El equilibrio ecológico se encarga de que no haya superpoblaciones de ninguna. En el Barrio Antiguo hay que poner orden y definir para qué especies socioculturales debe ser, porque como sistema en crisis no logrará ningún reordenamiento por sí mismo, sin una planificación gubernamental y empresarial. Si ella determinara, por una cuestión de moda e intereses económicos, que termine siendo el barrio de los reggaetoneros, y el resto que se vaya a la Purísima o a la Putísima, pues que así sea, pero que haya DEFINICIONES. Saludos y gracias por citar mi escrito.